
Colección BNA – Nora Iniesta
La invención del reloj modificó para siempre la percepción del tiempo. El tiempo mítico, sin bordes, mutó en orden razonable que debía organizar nuestras vidas. En la era contemporánea, el reloj se volvió dispositivo de control del tiempo y de la fuerza de trabajo, apropiada ahora por la maquinaria industrial. Cuando la computación, desde su etapa más rudimentaria, se aplicó al mundo fabril bajo la forma de tarjetas perforadas, estas se transformaron en testimonio material de lo que Karl Marx denominó plusvalía. Todo lo que de humano distinguía al trabajador de repente era apenas una cifra.
¿Qué se opone a la tarjeta perforada, a la presencia muda del tiempo perdido para producir objetos fatalmente ajenos? Nora Iniesta dio en el grafismo desnudo, reducido a su esencia de ser simple rastro vital, la impronta que resiste al anonimato de la máquina. Un trazo, un signo, una firma, una palabra ilegible son el recordatorio de que el humanismo tiene un poderío actual de impugnación con solo apelar al gesto. En esta serie de obras, la artista rescata lo que hoy aparece como objeto indescifrable y que en su época resumía, con su propia materialidad, la idea de control. Así, estos dibujos reponen la pregunta por los modos en que el tiempo perdido reclama ser recuperado. Se trata, como en toda obra que se cierne sobre una época pasada, de la esperanza perenne de lo humano.
Andrés Duprat
365, año calendario
En lo diverso y en lo disperso, al acumular el paso del tiempo y al querer atraparlo, creer detenerlo, o imaginar manejarlo, todo junto en su conjunto nos demuestra la inutilidad de nuestro esfuerzo.
El tiempo sigue inmutable e indiferente su ritmo continuo. Ajeno a los avatares cotidianos nada lo sofoca, nada lo altera. Fue pasado, hoy es presente, y será futuro. Util pero inseguro: el tiempo. Tiempo primordial, accesorio, feliz, melancólico, creativo, de sueños, de dicha, de desilusión, en soledad, agitado, ocioso, compartido.
Como complemento circunstancial: el tiempo. Un tiempo que pasa porque transcurre; un tiempo de reflexión. Una suerte de hoja calendario desplegada. uniforme, abierta. Un fragmento de tiempo ante nosotros. 365 dibujos, cada cual inscripto en una estructura similar que lo contiene individualmente.
Un ritmo sin detenimientos que se repetirá "in eternum" de principio a fin. Contrariando este sentido, complementando esta idea: la de la ambivalencia, la de la dualidad, la de la contradicción, la de los opuestos. La presencia manifiesta del mármol, intentando atrapar o perpetuar el paso del tiempo. ¿Somos los mismos de hace dos, ocho, veinte años?
Nora Iniesta, 1984